lunes, 3 de junio de 2013

Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas


Se me hace imposible acercarme a esta muestra sobre Dalí sin hacerme un croquis previamente. Dalí  "el omnívoro", dice de él el folleto explicativo de la muestra, me gusta ese calificativo, frente al tan manido "ecléptico", que le queda corto a Dalí. 

Es un personaje que me resulta antipático, es algo estomacal que no puedo evitar. Pido disculpas, soy consciente que es uno de los genios más genios del arte en el S.XX. Y sin embargo, me engancho a casi todos sus universos creados, algunas veces desde el rechazo y el prejuicio, otras desde la admiración y la entrega: es enorme su capacidad creativa y tiene el trazo del genio, sin paliativos. Un caos es Dalí para mí, espectadora omnívora tirando a ecléptica, por lo de no tener estómago en ocasiones, ya saben, lo guardo todo para Dalí. 

Me preparo bien antes de ir a la muestra que puede verse en el Museo Reina Sofía de Madrid hasta el dos de septiembre. La exposición me lo pone fácil, es cronológica. De hecho, existe un orden estricto y unos límites que va superando en cada momento. 

Un arte perturbador, genial en la forma, soberbio -en el mal sentido- en el contenido. Elementos obsesivos, metáforas de nuestro subconsciente -será el suyo, piensa mi prejuicio-; teatrero creador de un mito, su propio mito. No sé en que Dalí centrar mi atención, en el padre del surrealismo o en el que lo supera, en el crítico social o en el observador que sabe integrar y fascinarse con la ciencia. En el personaje mediático que me aburría en la tele de los 80', y que no consigo disociar en esencia de aquella Lola Flores de aquellos años en el mismo televisor "Ay cuando yo me muera, ay, ay, que será de España sin mí" o en el Dalí que llega del pueblo a la Residencia de Estudiantes, que me fascina como el resto del grupo, y al que imagino a lo Sheldon Cooper de The BIg Bang Theory. 

Me repele, pero le adoro cuando veo hasta donde fue capaz de llegar en la creación. Su obra es casi la única que puede tener puntos álgidos sin sufrir altibajos. Si hubiera tenido una vida infinita, el tío, seguiría innovando y intentando provocar ese amor / odio turbio, ese descoloque que desde luego conmigo, presa fácil, consigue al 100%.

Iré a verla con tiempo, hablaremos de la muestra más objetivamente. Ahora que puedo entrar tras esta extraña carta de amor que he acabado lanzando al artista.

La tentación de San Antonio, 1946. Óleo sobre lienzo. 89,5 x 119,5 cm. Musées royaux des Beaux-Arts de Belgique.